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viernes, 31 de octubre de 2008

Uno no puede ir en contra de Dios, pero sí en contra de lo establecido por el hombre.

Uno, algunas veces, no puede ir en contra de lo establecido por el hombre,
pero sí en contra de lo establecido por uno mismo.

martes, 14 de octubre de 2008

La mala racha

Siempre le había tenido algo de miedo a las épocas de felicidad plena, cuando sin proponértelo descubres que todo en la vida marcha a la perfección. Caes en la cuenta de que tienes lo necesario, no te puedes quejar y vas por el camino correcto. Estas etapas hay que disfrutarlas pero yo siempre, inevitablemente, estoy esperando el chingazo que me devuelva al mundo real, como me pasó hace unos meses.
En esa vida medio alterna -porque hasta parece desconocida e inoportuna- los conflictos familiares, existenciales, laborales y amorosos están a la orden del día. Parecen acumularse justamente para gritarte: ¡hey, la vida no es ni remotamente perfecta!
Y cuando menos lo esperas ya estás ahí, entre hospitales, jefes alterados y parejas que no están dispuestas a apoyarte. El universo se viene encima y toda la vida, tal como la conocías hasta ese momento, cambia para nunca volver a ser la misma.
Entonces debe surgir el reacomodo de ideas y sentimientos. Pensar con la cabeza fría y el alma templada. Tomar algunas decisiones. No tantas, de preferencia, pues estos drásticos cambios te enseñan que es mejor la consciencia del presente que la eterna planificación del futuro.
Luego otra vez todo parece volver a la calma. Pasas por esas típicas fases del duelo: negación, ira, aceptación, resignación (bueno no me las sé la verdad, jajaja) y aunque siempre permanece un extraño sentimiento atorado en la garganta que surge con ciertas canciones u olores (como el de los hospitales, ése siempre se queda grabado), la vida cotidiana regresa monótona y tranquila, a la “normalidad”.
Sufres, aprendes, pierdes y ganas. El problema es que todo esto sucede al mismo tiempo, como si un conflicto invitara a otro y a otro y de ahí se desencadenara una avalancha veloz e incontrolable, que como cualquier bola de nieve, se estrella en segundos sin consideraciones.
Entonces, lo repito, sólo queda el reacomodo obligado que mantiene con vida a la raza humana. Los errores, al pasar el tiempo, ya sólo torturan quedito. Permanecen ahí para recordarnos que no es posible cambiar el pasado pero que sería una pendejada repetirlo. En eso consiste la sabiduría, supongo.

Yo por lo pronto estoy un poco de vuelta. Sólo un poco, aquí no hay nada seguro.

miércoles, 16 de julio de 2008

La pura neta...

Una buena amiga nos contó hace unos días que tenía una cita. Como forma parte del club de mujeres solteronas, quedadas o devaluadas A.C., todo el mundo comenzó a hostigarla con consejos y advertencias, los que en realidad querían disfrazar con elegancia la frase: ¡¡¡No lo vayas a arruinar tarada!!! Pero ella no estaba preocupada, ya tantas malas experiencias le habían enseñado qué hacer y qué no en la primera cita. Total, mi amiga se arregló para la ocasión y esperó en el sillón de su casa al susodicho galán, mientras se repetía las sugerencias que con tan buena fe todos le habíamos hecho: ¡No vayas a ponerte jarra wey! ¡No le cuentes sobre tu ex ni le digas que eres depresiva! ¡Ni se te ocurra acostarte con él, recuerda que es la primera cita! Muy aleccionada y con la firme convicción de que éste podría ser el hombre de su vida, mi amiga salió de su casa con la carita chapeada y una sonrisita conquistadora. El sujeto en cuestión, claro, quedó encantado con lo que veía.
Al otro día muy temprano (como a las ocho de la madrugada), tocaron a mi puerta con una intensidad tal que pensé que ya me había caído el banco con todo y orden de embargo. Pero no, como supondrán, era mi buena y arrepentida amiga, o lo que quedaba de ella después de una intensa noche de borrachera y algunos actos mucho más pervertidos... Le ofrecí café y unas aspirinas y mi noble gesto le pareció tan compasivo, que se soltó a llorar a moco tendido y a contarme todo con lujo de detalles. Yo tenía cara de ¡y ahora qué le digo a esta pobre ingenua! Lo peor fue que empezó a hacerme preguntas para buscar mi consuelo... ¿Y si él se va? Lo habrás perdido... ¿qué me quedará? Lo que has vivido... ¡Mi consejo para nada le sirvió a la desgraciada mujer! que ya se hacía en el altar y en la luna de miel y sentada junto a él a los 70 años en una cómoda mecedora... Luego vinieron más preguntas tormentosas (para mí, claro) ¿Crees que no vuelva a llamarme? ¿Habrá pensado que soy una zorra facilona? ¿Creerá que soy alcohólica y maniaco depresiva?
Y cuando estaba a punto de darle la estocada mortal con mis respuestas, una visión clara y pura atravesó mi mente... ¡Pues total, tú no te anduviste con rodeos!, le dije. Si le gustó el sexo, seguro te vuelve a hablar. Si con él platicaste como acostumbras cuando andas bien jarra, seguro lo tuviste botado de la risa, y si vuelven a salir, ya le irás demostrando lo inteligente, independiente, responsable y cariñosa que eres... ¡Mis palabras fueron su gran consuelo! Tampoco me atreví a decirle "¡qué idiota si no te vuelve a llamar, de lo que se pierde!", digo, nomás buscaba que le viera el lado positivo a la mala impresión que muchos solemos dar en una primera cita.
Pero no todo lo que le dije fue sólo para salir del paso. Yo que la conozco desde hace años, sé que en realidad su vida no es una eterna fiesta. Es divertida, fiel, trabajadora, culta, caritativa y miles de más chuladas... Es verdad, agarra la jarra, discute por todo, es contreras y es muy apasionada con sus ideales. ¿Podrá alguien ver todo esto en una persona si el contacto se limita a la primera impresión? Digo, al final todo sacamos el cobre un día. Nuestro lado kinky sale tarde o temprano y mientras más pronto, más honestos seremos con nosotros mismos. ¿No creen?

miércoles, 9 de julio de 2008

pesimismo vs optimismo

El otro día estaba leyendo sobre el poder de las intenciones. Según el nuevo paradigma, la conciencia es capaz de generar intenciones positivas que, al formar parte del campo cuántico, están destinadas a volverse realidad. Es decir, si a través de la conciencia somos capaces de cambiar el estado de nuestro cuerpo (subir o bajar la temperatura corporal o controlar nuestro ritmo cardiaco), debe pasar lo mismo con la conciencia colectiva. Cuando tienes un deseo, éste viaja a través de todo el universo en el plano cuántico, el cual posee el poder organizativo necesario para cumplir automáticamente cualquier intención.
Cuando los deseos se cumplen, es porque en ese momento tu conexión con el campo es clara. Cuando no se hacen realidad, es porque la conciencia ha sufrido algún bloqueo o está desconectada del campo.
¡¿Qué qué?! Cuando lo leí, sí lo entendí, pero no tengo idea de si lo expliqué bien aquí. Total, que cuando eres consciente del poder de las intenciones, éstas deben hacerse realidad. Consciente en este caso significa creer sinceramente en que algo va a suceder. Creer sin tener bloqueos mentales, que por lo general se presentan de forma inconsciente. Ya saben, cuando decimos “quiero que esto suceda”, pero una vocecita dentro de nuestra cabeza nos está repitiendo “no va a suceder”, “para qué te haces ilusiones”, “eso a ti nunca te va a pasar”. Ése es un bloqueo mental.
De ésos yo tengo muchos y a cada rato. Las malas experiencias han dejado marcado mi inconsciente con un titipuchal de bloqueos. De hecho, acabo de descubrir que aunque tenga buenas intenciones, mi mente está completamente cerrada a que éstas se cumplan. No he encontrado aún la manera de desbloquear mi conciencia. Todos mis deseos son superados por una voz interior negativa que me restriega que nada de lo que quiero puede ocurrir.
Antes pensaba que era una cuestión de egocentrismo invertido. Siempre me preguntaba ¿qué tengo de especial para que cosas buenas me sucedan a mí? Pensaba que debía estar agradecida con lo que el universo me había dado y que no tenía derecho a pedirle nada más.
Ahora me salen con que puedo tenerlo todo sin ser castigada ni en esta vida ni después de ella. ¡Pues claro que me asusto! No estoy acostumbrada a pensar positivamente. En realidad mi fuente creativa ha sido siempre el pesimismo. ¡Me encanta el pesimismo! Lo encuentro más real, honesto y sarcástico, y por lo tanto, mucho más divertido.
El problema con el pesimismo es que poco a poco te va convirtiendo en víctima, y no hay nada más detestable que aquellos que vagan por la vida buscando siempre victimarios. Cuando descubrí que el pesimismo estaba convirtiéndome en una odiosa víctima de todo y de todos, me di cuenta que quizá tendría que hacer las pases con el optimismo.
¿Podré conseguirlo? No lo sé, he tenido una relación codependiente muy productiva con mi lado negativo. El pesimismo me inspira más que lo positivo. El pesimismo y yo nos entendemos. Nos acompañamos, nos burlamos de nuestras tragedias, generalizamos al ser humano para quejarnos parejo, nos ponemos a trabajar y nos salen hojas y hojas de excelentes lamentos, conocemos gente que permanece en nuestras vidas sólo unos segundos (porque claro, todos buscan hacernos daño)… ¡Se dan cuenta! ¿cómo podré dejar esta relación tan honesta y consciente?
El optimismo querrá que vuelva a creer en los buenos sentimientos, me exigirá que confíe en las personas, me obligará a formar relaciones significativas… ¡sólo falta que me pida escribir sobre superación personal o lo bello de la vida!.
No sé si estoy lista para tantos cambios. El optimismo comienza a caerme bien, pero el pesimismo va a luchar con todo por quedarse donde siempre ha estado.
Sigo leyendo sobre la conciencia y el campo cuántico. Está interesante, todo se basa en creer o no creer… ¡Qué difícil! Déjenme decidirme y después les cuento.

miércoles, 18 de junio de 2008

Tenía que ser en México...

¡Pues qué pensaban! ¿Que en México podían cambiar las leyes y todos felices y contentos? No no no, cuando a la justicia en este país le llega el agua al pescuezo y tiene que justificar su nula autoridad con alguna “reforma” a las leyes, los mexicanos siempre estamos preparados...
Sacamos nuestras cheves y unos cigarritos, y ahora sí, ¡a idear planes perversos! ¡Y empieza a trabajar hecho madre el changuito!, queriendo reactivar lo que en casos de desesperación aparece por el puro instinto de supervivencia: ¡el ingenio mexicano!, tan reconocido mundialmente.
No seremos excelentes científicos o ingenieros nucleares, pero qué tal buscamos siempre la manera más fina, correcta e inteligente para violentar “legalmente” cualquier ley que nos impongan. ¡Con las reformas que quieran, eso no detiene al mexicano!
No tenemos límites cuando de enchuecar algo derecho se trata. Buscarle fugas a la ley, detallitos que se le hayan ido por aquí o por acá… Si no pregúntenle al alcalde de Toluca, quien lleva la delantera en esto de pasarse por el arco del triunfo la reforma electoral.
Me sorprende que a nuestro querido Moreira se le haya escapado tan buena jugada: poner a un ciudadano común y corriente, pero eso sí, casi idéntico al alcalde, en los espectaculares del gobierno.
¿Acaso es delito que ciudadanos comunes salgan en la publicidad del gobierno? ¿Hay alguna norma que impida que éstos se parezcan a los funcionarios? ¡No verdad! ¡Punto bueno para el alcalde de Toluca!
En Coahuila ya habíamos visto los primeros adelantos de tan buena táctica. Aquí también los funcionarios se las ingeniaron para hacerse publicidad sin infringir las leyes. Su mecánica fue la de regalar al pueblo artículos con su imagen, pero “financiados” con sus propios recursos, y siguen los diputados bateando las demandas con su “yo lo pagué con lo que gano, a dio…”
De hecho, supongo, Coahuila fue uno de los estados que propiciaron la reforma. Antes de ésta, aquí el gober Moreira tenía su imagen en cada poste, semáforo, pared grafiteada y negocio abandonado. Ningún rincón coahuilense ni ningún pupitre de primaria ni ninguna honesta cocina se escapaba de tener por ahí algún San Humberto, el santito de la gente.
Les digo, no hay mal que dure cien años mi mexicano que tenga que aguantarlos. Aquí las cosas se hacen al trancazo, con estilacho, sin decencia ni conciencia y eso sí, con mucho sentido del humor. Pueden verlo como quieran: trucos mañosísimos o un supertalento, tan sólo que mal enfocado.

Nota: En mi trabajo ya pusieron tarjetas checadoras. Ya empezaron las apuestas por la mejor manera de engañarlas…

lunes, 26 de mayo de 2008

Breviario cultural...

Como buena mujer tilichenta que soy, ayer me dio por hacer un ejercicio tipo feng sui y me puse a despapelar un par de cajones, que por cierto, ya estaban a punto de desbordarse de tanta bazofia dizque significativa que guarda uno por cursi y sentimentaloide… Bueno, de esa limpieza exhaustiva lo único que rescaté que me llamara la atención fue un manual de un curso al que fui el año pasado de actualización idiomática. En este manual venían básicamente los extranjerismos que la Real Academia Española “latinizó” en la más reciente versión de sus diccionarios.
La verdad está difícil que algún día, por lo menos los mexicanos, lleguemos a aceptar siquiera que estas nuevas palabras sean correctas, ¡ya ni se diga que logremos utilizarlas en nuestro vocabulario!
Pero en su lucha por hacerse respetar, la Real Academia las va colocando aquí y allá para que la gente las relacione y las acepte con el tiempo. Por ejemplo, para muchos ahora ya es fácil reconocer que psicología y sicología son correctas, o que el plural de tráiler es tráileres.
El chiste es que cuando la RAE hace la propuesta, a estas adaptaciones se les llama neologismos, y ya cuando la gente las adopta en su uso cotidiano, se les llama anglicismos.
Todo este rollo que les acabo de lanzar puede que no sirva de mucho cuando vean las jaladillas de la RAE… Tal vez ninguno de ustedes vaya a usar estos términos “correctos” (pero si lo hacen al menos sabrán que están aceptados y defenderán el purismo del leguaje, jeje), sin embargo, aunque se burlen de algunas adaptaciones como yo lo hice, mínimo sabrán hoy algo que no sabían ayer, jajaja.


extranjerismo – adaptación que propuso la RAE

antidoping – antidopaje

boom – bum

brandy – brandi

cabaret – cabaré

casting – castin

catcher- cácher

CD – cedé

CD-ROM – cederrón

DVD – deuvedé o devedé

glamour – glamur

hit – jit

home run – jonrón

jacuzzi – yacusi

jeans – yins

miss – mis

pick-up – picop o picap

ping pong – pimpón

pitcher – pícher

rock and roll – rocanrol

roast beef – rosbif

sex appeal – sexapil

sexy – sexi

smog – esmog

ticket – tique

zoom – zum

miércoles, 21 de mayo de 2008

Y la cosecha de alimentos... ¡ésa sí se acaba!

¡Se acaba el frijol… se acaba el maíz… y la cosecha de políticos, nunca se acaba!

Aunque hoy ando muy musical (jeje), les voy a contar, ya sin el buen ritmo, la historia de mi padre –bueno, sólo una de sus tantas andanzas– para poner en contexto mi cancioncita de arriba. He de decir que aquí también se termina el lado simpático de este texto. ¡A llorar se ha dicho!
Resulta que mi señor padre, maestro de profesión, es a mucha honra –de él y mía- un valeroso ranchero. Nació en lo alto de un cerro de Ramos Arizpe y aunque desde muy pequeño vivió y estudió en Saltillo, nunca abandonó su espíritu campestre.
El rancho de mi padre queda cerca del entronque de las carreteras que van a Monclava (la antigua y la nueva). No importaba que tuviera trabajo frente a grupo o fuera directivo de alguna escuela, él siempre conservó con enorme pasión su dedicación a las tierras de “Aguajillos”.
Desde pequeña conocí el desierto coahuilense como una segunda casa. Desde niña contemplé los sueños de mi padre como grandes proyectos sin limitaciones. Aunque las tenían, y muchas. Y aún así, mi jefecito se la rifó para convertir un pedazo del desierto en un viñedo frondoso (o por lo menos así lo veía yo) que ofrecía una considerable cosecha de excelente uva. También sembraba maíz, frijol, acelgas, duraznos, calabaza y granadas. De hecho, hasta llegué a ver sandías brotando de esa tierra solitaria.
El pequeño paraíso al que yo tenía acceso cada fin de semana fue mermando con el paso de los años. Mi padre, al igual que muchos otros campesinos de la región, fue rechazado administración tras administración cuando buscaba apoyos para su cosecha. Nadie vio estos sembradíos como negocio en potencia, ni siquiera, como una forma de preservar la agricultura en el Estado.
Consideraban esas tierras como áridas y por ende, improductivas. Mi padre utilizó su propio capital para contratar máquinas que excavaran el pozo de agua que prolongaría un poco más la agonía de las parras y el maizal.
Y digo agonía porque eso fue. Las plantas terminaron por morir. Quedaron secas y después marchitas. El panorama ha sido uno de los más tristes que he debido contemplar. ¡Tanto esfuerzo, tanta dedicación a una tierra que con el riego adecuado y algo de inversión hubiera visto florecer una cosecha lucrativa! De parecer un oasis en el desierto, el rancho de mi padre pasó a ser un paisaje más de “El Llano en Llamas”. Fue para él un golpe muy duro, que superó –ya se los contaré después– por su espíritu siempre optimista.
Pero nuestro bienestar no dependía del rancho. Mis papás trabajaban y nuestra vida siguió su curso. Otros en cambio, quedaron sin esperanzas cuando el gobierno prefirió apoyar la industrialización y no el campo. Poco a poco los habitantes de los pueblos de Ramos Arizpe fueron emigrando a las ciudades cercanas. El desierto coahuilense quedó abandonado y más árido que nunca.
Ahora nos toca a todos pagar las consecuencias. La escasez de alimentos ahora sí (ya pa que) está considerada una “preocupación mundial”.
Por eso Jaime Yesaki Cavazos, presidente del Consejo Nacional Agropecuario, pide que se subsidie a los más necesitados para que puedan hacer frente a la alza de precios del mercado de alimentos.
¿Subsidio? ¿Dinero? ¿Es ésta la solución, o sólo un parche para menguar el problema? Midas descubrió que el oro no servía cuando se trataba de alimentos… El campo necesita, desde ya, ser reactivado. Enfocar en él todos los esfuerzos. Veamos si con esta frase se entiende lo que digo: ¡Políticos, hasta ustedes necesitan comer… piénsenlo!

jueves, 15 de mayo de 2008

Si el gobierno lo ve correcto...

Mostrar preocupación por la reforma petrolera o por el crimen organizado es el pan de cada día para los mexicanos. Sin embargo, cada ciudadano tiene la laboriosa tarea de estar al tanto –y ejercer una opinión, aunque muchas veces ésta venga cargada de impotencia– de los asuntos que aquejan a su propio Estado.
Y Coahuila, ni qué dudarlo, le está dando a todos mucha tela de donde cortar. No importa ya la ideología política que se siga, es difícil encontrar en estos tiempos políticos que no destilen esa ansiedad de obtener o conservar el poder al precio necesario.
En lo personal, no creo que la corrupción en el Estado sea mayor o menor que en las últimas administraciones, lo que me asombra es el hecho de que ahora, desde los altos mandos hasta los burócratas de menor rango, sean cada vez más descuidados al tratar con la prensa los asuntos del gobierno.
Para muchos ciudadanos, esto es el límite de la decepción, el último nivel de cinismo en el que se puede ubicar la relación estado-prensa-pueblo.
Si antes un medio de comunicación “balconeaba” alguna ilegalidad o falla en el sistema, el organismo encargado emitía una defensa, por lo menos, algo estructurada, y en ocasiones hasta con la promesa de reprender a los responsables. Ahora, Fernando de las Fuentes dice simplemente “qué bueno que los policías dan esa nota (cobrar lugares de estacionamiento en la vía pública frente al parque Madero) y no otras peores como sucede en otros estados”.
Gracias, diablito, por dejarnos tan clara tu opinión de lo que no debe considerarse “grave” en asuntos de corrupción. Era lo último que nos faltara, que nuestro propio gobierno trabajara bajo el lema “de los males, el menor”.
Nuestro alcalde agregó además que tal vez los ciudadanos le daban una “cooperación voluntaria” a los policías por cuidarles un lugar para estacionarse en el béisbol, sin importarle que esa “cooperación voluntaria” sea impuesta por los propios policías, quienes además le asignaron una tarifa: veinte pesos.
Un caso así de corrupción, aunque parezca menor a los ojos del mandatario saltillense e incluso de muchos otros ciudadanos, no puede considerarse “sin importancia” cuando es el propio Municipio quien nos dice que está trabajando en fortalecer la honestidad dentro del gobierno.
Quiero entender por lo tanto, según el propio planteamiento de De las Fuentes, que si es válido ofrecerle a un servidor público una “cooperación voluntaria” para encubrir una ilegalidad como lo es acaparar sitios de estacionamiento en la vía pública que no deben ser cobrados ni apartados, entonces también debe estar permitido dar esas “cooperaciones voluntarias” a los servidores públicos para acelerar un trámite o evitar una multa.
Si nuestro propio Presidente municipal plantea que es legal darle a los policías dinero “voluntario” para recibir de éstos un beneficio por encima de otros ciudadanos, entonces la cosa empieza a preocuparme.
Si ya vemos la corrupción como algo normal, aceptable e inútil de frenar, y nuestros propios mandatarios no lo restriegan en la cara con tal de no aceptar una responsabilidad, entonces cualquier lucha está, al parecer, muy pero muy perdida.

martes, 29 de abril de 2008

Hombres... ¡Por fin los entiendo!

Tantos años ya de querer descifrar a esos seres fascinantes, varoniles y profundamente complicados... Ahora sí puedo decir, ¡por fin mujeres! que encontré el código secreto que define a los hombres, machos, propios del sexo masculino... Un análisis profundo tuve que realizar, acompañado de trabajo de campo y muestras de laboratorio, para conseguir, ¡he aquí la primicia!, el descubrimiento más sobresaliente desde el internet, la penicilina o las células madre… la más atinada y sorprendente verdad absoluta, no especulaciones ni simples hipótesis… ¡Los hombres nunca están CONFORMES!.
Es la única explicación razonable, después de escudriñar en cada párrafo de las Redondillas de Sor Juana, de leerme de pe a pa Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, de probar (sólo por cuestiones experimentales) las mieles amargas de las embriagantes relaciones amorosas... Ahora sí lo digo: lo he resuelto todo.
¿Qué cómo se los explico en tan escasos renglones? Es imposible, lo sé (busquen pronto el amplio análisis en pasta dura), por eso nada más les digo a todas la féminas del planeta... ¡ya ni se preocupen! ¡el secreto está desvelado aquí! No me pidan muchas explicaciones, sólo intenten comprender lo que les digo ¡Los hombres nunca están CONFORMES! ¡N-U-N-C-A ESTAAANNNNN C..O..N..F..O..R..M..E..S..! Así de simple, de rápido, de exquisito y liberador es mi descubrimiento.
Y me remito al sabio comentario de un buen amigo, que logró que apareciera un foquito sobre mi cabeza: "Los hombres somos unos niñotes, lo que queremos debemos tenerlo en ese justo momento". ¡Así es mujeres!, estos niños (algunos con anatomía nada infantil, jeje) tienen muchos juguetotes: trabajo, política, dinero, egocentrismo.... y las mujeres somos sólo uno más de estos caprichos.
Nada más... sólo eso... No nos buscan tantas explicaciones como nosotras a ellos.
Aman con pasión sólo un momento, pero como niños que son, se les pasa rápido el encanto. Pero si alguien les quiere quitar su viejo juguete, vuelven muy “prontotes” a buscarlo. Les encantar marcar su territorio, pero siempre se aseguran con varios de estos “terrenitos”.
¡Ojo mujeres!, si alguna lee esta importantes líneas, no intente repetirlas frente a ellos, pues es seguro que negarán estas proféticas palabras… ¡claro!, siempre aceptan sólo lo que les conviene.
Pero bueno señoritas, que no les digan, que no les cuenten... Ya no se hagan más estas preguntas -muy fáciles de responder en realidad- cuando toman café con las amigas: ¿por qué si él me dejó, sigue buscándome cuando se le pega la gana? ¿por qué me dice que me ama, pero no deja a la otra? ¿por qué no puede tomarme en serio? Yo te respondo amiga, con otro por qué… ¿Por qué sigues ahí, si ves que nada cambia? ¿por qué intentas convertirlo en alguien diferente, si ya está grandecito para saber lo que quiere? Pero la verdad es -lo repito- que nunca están CONFORMES!!!! Ni con la mujer que tienen a su lado ni con ellos mismos.
Porque las mujeres somos sus más bellas posesiones, o las madres de sus hijos, o las esposas abnegadas, o las amantes fogosas, o las novias bien portadas... Ya nos dieron el lugar -según ellos- que nos corresponde... Ni le busquen ser todas una misma, ni sufran intentando complacerlos...
Por eso amigas mías, ya no se torturen pensando en resolverles la vida. ¡Déjenlos con sus problemas, con sus líos de amantes, con su catálogo de cuerpos para cada día de la semana! ¡Déjenlos con su "infidelidad justificable", con sus arranques bipolares de amor y odio, con sus arrepentimientos extraños de cada dos días!
Pero tampoco sean tontas chamaconas... No seamos nosotras las que paguemos los platos rotos de la lucha de egos de los machos… ¡déjenlos sin el placer de verlas convertidas sólo en lo que ellos quieren!

martes, 22 de abril de 2008

El intenso miedo a la vulnerabilidad

Pareciera que la palabra “amor” ha dejado de encontrar cabida en los temas que -se supone- debemos tomar con seriedad. El sólo hecho de mencionarla le resta credibilidad a discursos políticos o sociales. Preferimos dejar nuestras relaciones personales y lo que pasa en ellas fuera del ambiente en el que emitimos una opinión. ¿Por qué lo hacemos? Tal vez por lo mismo que cuando tenemos pareja, no queremos demostrar que la necesitamos.
Hemos asociado el concepto de amor al de debilidad. Ser vulnerables es el mayor conflicto existencial con el que luchamos en la actualidad. Si iniciamos una relación, nos cuidamos de no ser los primeros en decir palabras cariñosas (ni se diga un “te amo”), aceptamos con recelo las muestras de afecto y preferimos mantener la guardia muy en alto hasta que sintamos una total correspondencia. Por lógica, este miedo a ser vulnerables tiene un precedente, que es el sufrimiento. Mientras más hayamos experimentado fracasos en nuestra vida amorosa, con mayor desconfianza nos involucraremos de nuevo con una pareja.
El miedo a la vulnerabilidad es un conflicto personal y colectivo que afecta aún más cuando es confundido, por muchos, con una fortaleza. La gente huye del estigma de la debilidad no sólo en sus relaciones amorosas, sino en muchos otros aspectos de su vida. Es un mal mundial, pero lo es más del mexicano.
Después de tantos fracasos, de tantas desilusiones, nos piden que volvamos a creer… Nos endulzan el oído con promesas de cambios y de prosperidad. Pero nada ocurre. Observamos, con el corazón medio cansado, pasar una administración nefasta tras otra. Perdemos la fe y además, nos sentimos burlados. Nos deshacemos de ciertas necesidades -al igual que en el terreno sentimental- para afirmar que no dependemos del gobierno ni de ninguna institución. Cuidamos, además, las palabras que usamos ante temas políticos o de índole social, pues asumir frente a otros nuestras simpatías partidistas nos vuelve vulnerables, confiados y muy ingenuos. Es más seguro decir “no le creo a ninguno”.
Sobrevivimos siempre temerosos de que alguien lastime nuestro orgullo, nuestra dignidad y sobre todo, la imagen de fortaleza que hemos construido a base de hacernos los desentendidos de cualquier tema. Nos sentimos más estables al aparentar que ya nada nos afecta: ni un amor, ni un gobierno, ni un problema social.
Vivir así es difícil, pero cuando se busca la aprobación social, sigue siendo una opción muy eficaz. Por eso preferimos alejarnos por completo de la vulnerabilidad, porque asumirnos débiles o dependientes de algo o alguien significaría, primero, recobrar la confianza en el prójimo. ¿Complicado, verdad?

viernes, 18 de abril de 2008

¿Quién es el culpable?

Estás de visita en otra ciudad y vas en tu carro circulando por una avenida donde la velocidad máxima permitida es de 50 kilómetros por hora y sin darte cuenta, tú manejas a 65. No a 100 ni a 120.
Al pasar una curva (siempre tiene que ser en un lugar oculto) un tránsito está listo para detener al primer conductor que dé la vuelta en esa calle, pues cualquiera que pase por ahí, casi por lógica, irá a más de 50 kilómetros por hora.
Te toca la mala suerte de ser tú el detenido y el policía hasta esboza una sonrisota cuando ve que tus placas no son de ese estado, y empieza el rollo acostumbrado entre conductor y policía. Mientras otros carros, que van mucho más rápido, circulan sin ser molestados por el poli, quien ya agarró buen negocio contigo.
Y empiezan las preguntas y la discusión entre los que -irónicamente- se denominan autoridad e infractor.
- ¿Trae su licencia? ¿su tarjeta de circulación?
- ¿Pero qué hice policía?
-El límite aquí es de 50 kilómetros por hora, y usted iba a más de 60.
- Discúlpeme, no vi el señalamiento.
- ¿Para dónde va?
- Ya voy de regreso a mi estado, no soy de aquí, sólo vine a una junta de mi trabajo.
El policía anota y anota y anota en su libreta de infracciones.
- Pues le voy a hacer la infracción, tiene que ir a pagarla a tránsito pero ahorita ya cerraron, y como es viernes la va a tener que pagar hasta el lunes. Y le voy a quitar la tarjeta y la licencia.
- ¡¿Pero por qué señor?! Si no maté a nadie, ni siquiera iba muy rápido, no causé ningún accidente ni nada…
- La regla es que a 50, y usted iba a 65... Además la multa le va a salir en 700 pesos y sus documentos se los van a entregar hasta el lunes.
- ¡Pero yo ya necesito irme! ¡No puedo regresar el lunes! Si me dice dónde pago ahorita voy a pagar, no hay problema.
-¿Trae el dinero para pagar la multa?
- No sé si me alcance pero creo que sí, dígame en dónde tengo que pagarla, aunque no conozco muy bien esta ciudad…
- Pues le digo que ahorita ya cerraron, y como es viernes tiene que ser hasta el lunes. Si quiere déme el dinero y yo se la pago el lunes.
- ¿Y eso se puede hacer?
- ¡Claro! Yo hago la infracción, usted me da el dinero y yo el lunes se la pago en tránsito. Decida, porque ya se está haciendo más tarde y la va a agarrar la noche en la carretera.
- Pero no traigo ese dinero, por favor déjeme ir, le prometo que nunca más voy a pasar el límite de velocidad que me marcan los señalamientos. ¿No cree que un aviso de precaución o un regaño debe ser primero, antes de quitarme documentos y hacerme pagar tanto dinero por una infracción que se puede solucionar con una advertencia?
- Usted iba a 65 y aquí se tiene que ir a 50, entonces dígame, ¿cómo le hacemos? Los documentos se los tengo que recoger… hasta el lunes puede pagar-, dice el policía ya medio molesto.
- Pues sólo traigo 200 pesos, ¿cree poderme hacer una infracción que valga eso?
- Sí puedo, le pongo una infracción de parquímetro y yo se la pago el lunes.
- Pero en realidad ésa no es la infracción que yo cometí…
- Es la única manera de ayudarla, ¿qué dice?

La corrupción en Coahuila aumentó más de un 400% del 2005 al 2007 y la cantidad de “mordidas” para acelerar o eliminar trámites se disparó de una forma desvergonzada. ¿Quién es el culpable de esto? ¿ciudadanos, policías, gobiernos municipales, el gobierno estatal? ¿Cómo frenar algo tan podrido, tan infectado de cinismo y tan redituable para muchos? ¿Cómo recuperar el sentido de las leyes? ¿cómo hacerlas valer para que la sociedad avance en armonía, y no para amenazar a los ciudadanos a cada paso que dan?

martes, 15 de abril de 2008

Renovarse o morir...

¡Hola a todos! Sí, ¡soy yo de regreso! Muchos se preguntarán qué fue de mi antiguo blog (bueno, sólo mis cinco fieles lectores se preguntarán eso, jaja), y aquí tienen la respuesta: el año pasado di de alta mi primer blog pero debo aceptar que ése sólo fue un prototipo creado con la intención puramente mercadológica de conocer qué lee la gente en el finísimo internet.
Pues bien, ahora regreso al mundo cibernético con este nuevo espacio dedicado a las opiniones más sinceras, contradictorias e izquierdistas que mi mente maestra puede formular (jejeje). Nada de cursilerías ni poemas ni pensamientos trastornados víctimas de mis noches de ebriedad...
¡Esta vez es diferente!, vengo dispuesta a hacer de este blog un sitio recurrido y a agregar, ¡oh sí!, por lo menos un lector más a mi corta lista de adeptos (¡cinco, sólo cinco!). ¿Que cómo le voy a hacer? Ésa es la técnica que he logrado perfeccionar en estos meses de ausencia, pero principalmente, la estrategia es que ya no me importa naaaaaaaaaaaaada lo que piensen, digan o critiquen en este mi sitio que también es de ustedes, al contrario, se los ofrezco de pechito para que le disparen todas las mentadas que les de la gana, con tal de que de vez en cuando se den una vuelta por acá.
Ya saben, mi necesidad de atención es tal, que para conseguir su interés me veré dispuesta a recurrir al morbo, a los chismes infundados donde incluiré a gente por todos conocida, a los típicos discursos feministas y sobre todo, a las opiniones que más molestan a miles de mexicanos: las de la política de izquierda… es más, soy capaz de incluir uno que otro relato erótico o de vez en cuando una foto mía al desnudo (previamente trabajada en photoshop, no se trata de espantarlos sino de que visiten más seguido el blog).
Es así queridos lectores, que les doy la bienvenida a este blog que prometo actualizar seguido (jajajajajajajajaja), y que inicia con mi modesta opinión del zafarrancho que se ha armado por el caso de la reforma energética. Ahí los dejo…

¡Yo estuve ahí!

Con la fascinación de un niño en un safari, donde puede admirar a los animales en su hábitat natural, así me encontré una mañana en el DF viendo pasar a miles de adelitas frente a Bellas Artes… ¡Con ese inapropiado deleite! -pura coincidencia en un viaje casi por completo turístico-, observé a miles de simpatizantes del FAP levantar la voz para exigir un debate plural en el tema de la reforma energética.
Era una turista (del norte) con gestos anonadados de extranjera en un país ajeno al que conozco. Como si el parque jurásico que veía en periódicos y pantallas por fin se hiciera realidad… ¡Qué diferentes somos los del norte a los del centro! ¡Qué diferente es verlo todo así, en vivo, y sentir el descontento de los defeños; las ganas -aún después de tantas y tantas protestas- de seguir ahí, una mañana más, otro día más, alzando la voz para pedirle al gobierno que deje de liquidar al país como en una desesperada venta de garaje!
Después leí en un periódico del sur a una señora quejándose de las mujeres de AMLO y pidiéndoles que mejor se pongan a trabajar… me imaginé la escena de dos amas de casa diciéndose entre sí: “¿Qué hacemos hoy comadre? Ya le vimos las nalgas a Latin Lover y escuchamos las sabias palabras de Maribel Guardia… ¡Pues vámonos al Zócalo comadre, a apoyar a nuestro solecito de esperanza!”.
Supongo entonces, que esta señora piensa que trabajar sin abrir el pico es la mejor manera de contribuir al desarrollo del país…. ¡Y claro que debemos trabajar, más ahora que nuestro mayor patrimonio, económico, histórico y hasta representativo, pasará a manos de malinchistas o extranjeros encubiertos, con fines (como ha sido siempre) de velar por sus propios intereses!
Pero ahora sí que le voy a robar las palabras a Carlos Trejo… ¡Yo estuve ahí! ¡en eso nadie me engaña! Los hombres y mujeres, créame señora, sabían a lo que iban, tenían conocimiento de causa. Desde hace mucho dejaron de asistir como meros acarreados a las manifestaciones… Ténganle un poco de fe a la gente que conserva la energía y la convicción para salir a la calle a protestar, que pierde tal vez un día de salario y se asolea por horas sólo para que vean que existe, ¡QUE ENTIENDAN QUE ESTÁ INCONFORME!
Olvide por un momento a quién siguen estos manifestantes y usted, desde su trabajo seguro o desde su bonito automóvil, pregúntese ¿por qué tanta gente ya no confía? ¿por qué le dan miedo las cada vez más desvergonzadas propuestas del gobierno? ¿será porque en muchos años nada cambia para la clase baja del país? ¿será porque cuando se autorizan privatizaciones acabamos siendo los ciudadanos los que pagamos los platos rotos (sólo piense en lo que le paga a Telmex o lo que le cobran los bancos de intereses)?
Olvide un momento las disputas políticas plagadas de oscuros intereses, los estira y afloja de gobierno contra oposición. Muchos mexicanos están susurrando, hablando, ¡gritando! ¿por qué los propios ciudadanos los estamos ignorando?.
En el norte se perciben poco las palabras de protesta, pero en Saltillo, por ejemplo, la privatización del agua ya ha dejado estragos… Algo deberíamos aprender los del norte de los del centro, o por lo menos, respetar el hecho de que ellos sí se están expresando.